Maduro y su combo se convierten cada vez más en tipos tóxicos, con los cuales nadie quiere asociarse para evitar ser contaminados con una imagen macabra. Lejos están de esas figuras nefastas como la de Fidel Castro, al que todo le perdonaban.
Por Alfredo Michelena
Si algo hay que agradecer a Michelle Bachelet, como Alta Comisionada para los Derechos Humanos de las Naciones Unidas, es haber convencido a Nicolás Maduro de aceptar la presencia de su oficina en Venezuela. Ella logra, en 2019, firmar un memorándum de entendimiento con el régimen para cooperar en el mejoramiento de los DD.HH.
Claro que ya había factores de presión internacional producto de los informes que esa oficina había producido desde 2017. En ellos, las acciones contundentes de las ONG venezolanas e internacionales habían jugado un papel clave en la denuncia organizada y sistematizada de las violaciones de DD.HH. en Venezuela. En especial en un contexto de luchas callejeras en Venezuela (2014) que se tomaron los noticieros internacionales.
Además, en 2018 la Corte Penal Internacional (CPI) abre el examen preliminar sobre crímenes de lesa humanidad cometidos por el régimen venezolano. Solicitud que miembros del ya fenecido Grupo de Lima, creado con la participación del Gobierno interino de Juan Guaidó, habían hecho formalmente ante esa Corte.
Adicionalmente, en 2019 se crea la Misión internacional independiente de determinación de los hechos(FFM por sus siglas en ingles), para evaluar las violaciones de DD.HH. en Venezuela. Cuyo mandato fue extendido hasta este año y está por renovarse.
La FFM ha producido tres informes, el último ha sido demoledor. No solo por el nivel de detalle de su contenido, sino porque ha establecido una cadena de mando que involucra a Maduro y a la cúpula gobernante, incluyendo los nombres de los torturadores y esbirros que realizaron u ordenaron estos actos. Además, han descrito un patrón común de represión y tortura y destacan que han sido un “ataque generalizado y sistemático dirigido contra la población civil”, por lo que concluyen que se cometieron crímenes de Lesa Humanidad. Esto dará fundamento a la decisión que deberá tomar la CPI, que ya dio inicio formalmente a una investigación por crímenes de lesa humanidad, en 2021.
Al momento está por discutirse en el seno del Consejo de DD.HH. la renovación del mandato de la FFM, con base al proyecto de resolución presentada por Canadá, Brasil, Chile, Ecuador, Guatemala y Paraguay, que seguramente contará con el apoyo de más de 30 países
En esta nueva etapa, si se consiguen los votos necesarios, la FFM deberá profundizar la investigación al incorporar pesquisas sobre otros Cuerpos de Seguridad como, las Fuerzas de Acciones Especiales (FAES), la Guardia Nacional, las Fuerzas Armadas y el CICPC. Además, de ahondar en las violaciones en el Arco Minero, donde la problemática se dirige a la trata de personas y la esclavitud y violencia sexual, temas diferentes a la tortura.
En todo caso, Maduro y la dirigencia del régimen chavista han sido expuestos al mundo como violadores sistemáticos de DD.HH. esto es: perpetradores de crímenes de Lesa Humanidad.
Cada dirigente político o personalidad del mundo valorará como tóxica la asociación con ellos. Maduro no tiene, ni tendrá, el “glamur” del “buen revolucionario” de Fidel Castro a quien muchos idolatraban y todo le perdonaron, por aquello de la “dignidad” al enfrentar al imperialismo norteamericano, a pesar de ser un fiero y brutal dictador, que fusiló y torturó a mansalva, hasta someter a su pueblo y más allá. Excepto sus tradicionales amigos, miembros del club de los totalitarios y violadores, todos de DD.HH. nadie querrá verse asociados con él o a su régimen. Quizás por esto, ni siquiera el colombiano Petro ha querido aparecer fotografiado con Maduro
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