Cuando muchos pensaban que “Venezuela se arregló”, la reciente devaluación brutal del bolívar de nuevo muestra la inestabilidad de las políticas del régimen. Nada nuevo bajo el sol.
Por Alfredo Michelena
Uno se pregunta: ¿por qué cuando las cosas parece que se están mejorando, súbitamente empeoran?, Comienzan diálogos y se truncan; comienzan a levantarse algunas sanciones y se paralizan; sube la producción petrolera para desplomarse; tímidamente se reactiva la exportación de petróleo para detenerse; y así podemos seguir señalando idas y venidas, como un automóvil que salta cada vez que le damos vuelta a la llave del encendido, pero no avanza.
Recientemente, el relativo abatimiento de la inflación también tuvo un violento retroceso. Hubo esperanzas, pues la hiperinflación, que tenía un lustro, pareció haber sido abatida, pues, este año apenas había llegado a 62 %.
Maduro incluso lo celebraba en reunión con empresarios venezolanos junto a la noticia de que la economía, luego una fuerte contracción económica desde 2014, que redujo el PIB a menos de un 25% del que se alcanzó al comienzo de la década pasada, ahora crecería entre un 2% y un 5%.
Pero vino el descalabro. El precio del dólar oficial que terminaba el mes de julio en Bs. 5,78 alcanza a fines de agosto Bs. 7,82, es decir, creció más de un 30%, mientras el paralelo subía un 45%. Algo inesperado, pues la tendencia durante el año, hasta julio, mostraba una apreciación del dólar de “apenas” un 26%.
El famoso eslogan de “Venezuela está mejorando” mostraba su fracaso.
Las promesas de Maduro para salir de este agujero negro, una y otra vez naufragan. O Maduro es un gran hablador de tonterías, o que lo que dice es solo una propuesta que no ha sido consensuada o impuesta en bloque en el poder, o ambas. Así, un grupo propone y salta otro de los grupos de esta alianza con otra idea o emprende otra estrategia contradictoria.
En fin, son las contradicciones de esta coalición delincuencial o “pranato”, que le impiden avanzar, pues no logran concitar consenso, más allá de continuar asidos al poder. La revolución no logra institucionalizarse.
Está el caso de las relaciones comerciales con Colombia y el tema de los acuerdos de paz, que sugiere Petro con el ELN. Se esperaba, tal como sucedió con la llegada de Juan Manuel Santos al poder, que al igual que Chávez en esa oportunidad, Maduro dispensara una visita a Colombia y firmara acuerdos. Pero eso no ha sucedido.
Es que, sustituir el comercio ilegal, que ha tomado la primacía en el comercio bilateral, por el comercio legal y controlado, va a afectar importantes intereses dentro del pranato; por eso Maduro está retrasando la apertura de la frontera. Y lo mismo sucede en relación con “la paz total” de Petro y los acuerdos con el ELN. La pacificación del ELN dejará el narcotráfico en manos de otras bandas criminales y esto le interesa a algunos y a otros no.
También, el levantamiento de sanciones internacionales, dejaría fuera del juego a aquellos que predan del comercio encubierto de petróleo con gobiernos como China e Irán, de modo que ellos presionarán para que no se levanten.
Por eso vemos y veremos avances y retrocesos. Es la pugna interna en la coalición en el poder. Un permanente y agitado corsi e ricorsi. Y esto impide una cierta estabilidad en el país, lo que ahuyenta las inversiones extranjeras, aún a las más atrevidas.
Si se logra esa cierta estabilidad en el tiempo, se pudiera decir “Venezuela se está arreglando”. Y eso no parece posible, pues después de dos décadas el mismo chavismo sigue pidiendo más tiempo para enrumbar el país que han quebrado.
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