En esta segunda alza de los precios del petróleo del siglo, el régimen y la oposición deberían converger y aprovechar para resolver o al menos palear la abrumadora crisis humanitaria que sufrimos.
Luego de uno de los aumentos más exorbitantes del precio del petróleo en la primera década del siglo, el chavismo se las arregló no sólo para dilapidar todo ese inmenso ingreso al no dejar mejores obras, servicios y empresas, sino que terminó acabando con lo que se había hecho, nos endeudó y creó una casta de “enchufados” y “boliburgueses”, formados en la corrupción y el dolo a la sombra del poder; además de que se alió con bandas criminales, gobiernos autoritarios y violadores de derechos humanos, así como con variados grupos terroristas. Todos chupando del fisco nacional. Transformaron un país próspero en uno con una pobreza nunca antes inimaginable y con una crisis humanitaria desbordante.
La prohibición de comprar petróleo a Rusia por su injustificable invasión a Ucrania ha puesto sobre la mesa la posibilidad de levantar las sanciones al régimen de Maduro, o al menos algunas de ellas, para así recibir inversiones y aumentar la producción de petróleo, bajar su precio internacional y suplir parte del mercado norteamericano y europeo. Como consecuencia de esto, el ingreso petrolero teóricamente movería las palancas del desarrollo y paliaría la abrumadora tragedia socioeconómica que se vive en Venezuela.
Para muchos estamos en una especie de “Sophie’s Choice”, como se describe en libro de William Styron y llevada al cine, con el mismo nombre. En la trama una madre debe escoger cuál de sus dos hijos muere para salvar al otro. En nuestro caso sería la disyuntiva entre solucionar la crisis humanitaria o sacar a Maduro del poder.
Mal que bien, y aunque la capacidad de producción de Venezuela está mermada a corto plazo, un mayor ingreso petrolero, producto del levantamiento de las sanciones, puede eventualmente mejorar la situación socioeconómica del país y particularmente la crisis humanitaria. De otro lado, el relajamiento de ellas a su vez podría entronizar más al régimen en el poder. Y todos saben que esto, en últimas, es la causa de todos los problemas. También se sabe que las sanciones son la principal herramienta con las que se cuenta para forzar al régimen a aflojar concesiones, la más preciada: unas elecciones libres y justas. Esto para no hablar de todas las implicaciones de cada alternativa que van desde el tema de los tenedores bonos hasta el manejo político del gasto social del gobierno. Difícil y compleja decisión.
En todo caso, hay una discusión sobre las maneras en las cuales ese dilema se podría surfear. Todas ellas implican una negociación entre el régimen y la oposición. Hay varias propuestas desde el fracasado programa “petróleo por alimentos”, hasta la propuesta de “importaciones de petróleo por ayuda humanitaria” del economista Francisco Rodríguez, pasando por la de “petróleo para ayuda humanitaria” del grupo de Boston.
Pero para eso el régimen y la oposición deberán entender la centralidad para el país de paliar la crisis humanitaria, que está diezmando a Venezuela con enormes consecuencias para las generaciones futuras. Entendemos que para el régimen esta crisis no es importante pues su único objetivo es mantenerse en el poder a toda costa, aunque implique la devastación de generaciones de venezolanos. Por eso la oposición, aunque debe buscar la salida de Maduro, debería proponer que el levantamiento de sanciones no sólo se dé con el requisito de elecciones libres y justas, sino que al mismo tiempo debe exigir que los ingresos petroleros se dirijan controladamente a mejorar la vida de la empobrecida población venezolana.
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