La anticipación de un cambio de gobierno en Venezuela ha aumentado debido a la mayor unidad de la oposición y las evidentes divisiones dentro del partido socialista de Nicolás Maduro antes de las elecciones del 28 de julio. Si bien hay motivos para un optimismo cauteloso, persisten desafíos claves, en particular cómo gestionar la transición del poder de Maduro para garantizar la estabilidad política. La oposición, bajo el liderazgo de Edmundo González Urrutia, un respetado diplomático, parece fuerte y las encuestas sugieren que podría derrotar a Maduro. Sin embargo, la renuencia de Maduro a renunciar al poder y garantizar su seguridad y riqueza plantea obstáculos importantes. La posible presencia de observadores y la presión internacional, especialmente de Brasil y Colombia, podrían mejorar la transparencia electoral. La confianza de los inversores se refleja en los crecientes precios de los bonos en default de Venezuela en medio de señales de una posible reestructuración de la deuda. A pesar de estos indicadores positivos, Maduro carece de incentivos suficientes para renunciar voluntariamente. Para socavar su determinación, los costos de conservar el poder deben exceder los de su partida. Las opciones de asilo de Maduro son limitadas y están plagadas de riesgos, por lo que la opción de permanecer en el poder es la más racional. En consecuencia, Maduro podría recurrir a tácticas como anular la candidatura de la oposición, falsificar resultados o utilizar conflictos como excusas para retrasar las elecciones. Los acuerdos de Barbados/Doha, si bien garantizan importantes concesiones y probablemente un candidato de la oposición, siguen siendo insuficientes, ya que ambas partes continúan acusándose mutuamente de incumplimiento. La Casa Blanca debería evaluar si las sanciones reimpuestas brindan al régimen chavismo otra excusa para alterar el proceso electoral. Aunque volver a las condiciones anteriores a Barbados es alarmante para el régimen, cualquier esperanza de que surjan debilidades en elecciones de bajo nivel no arrojará resultados diferentes. El chavismo, después de 25 años, sigue siendo una fuerza política dominante en Venezuela, controla la mayoría de las instituciones y continúa sus esfuerzos de movilización, incluidos beneficios para los votantes a expensas de un sector empresarial tenso. Según el periodista Eugenio Martínez, la progresión del proceso determinará si las negociaciones políticas seguirán a las elecciones o conducirán a un mayor aislamiento. El economista Alejandro Arreaza sugiere que la situación de Venezuela no es única entre las transiciones históricas, citando el reciente cambio político de Guatemala. Sin embargo, los factores geopolíticos aumentan la complejidad, ya que la destitución de Maduro perjudica a aliados como China, Rusia y Cuba. Incluso con los cambios de política de Estados Unidos, la investigación de la Corte Penal Internacional sobre crímenes de lesa humanidad representa un riesgo para Maduro. Los próximos acontecimientos del 28 de julio son cruciales, pero sin estrategias de salida más claras, una transición política parece poco probable. Texto Original Por Juan Pablo. Publicado en -> BloombergenLinea
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